BOLSA
Josefina siempre había sido una jovencita de quince años capaz de todo: sacar buenas notas, hacer buenos amigos, ser la novia ideal y la hija con el futuro prometedor; Pero nadie conocía su lado más oscuro. Llegaba del colegio a las dos de la tarde, pasaba por la panadería, compraba el almuerzo y hasta las seis de la tarde estaba sola en el departamento de Av. Callao y Sarmiento. Se la pasaba con los auriculares inalámbricos puestos, se masturbaba cuatro veces al día porque no podía saciar su sed de sexo y hasta había llegado a pensar que estaba enferma o que tenía un trastorno obsesivo compulsivo aun sin saber qué significaba eso. Para calmar su estado mental había conquistado a Federico, el hijo mayor de un matrimonio amigo, que le llevaba diez años y lo invitaba a merendar su propio cuerpo hasta que el joven no tuviera más energía. También lo había hecho con el hijo del matrimonio del cuarto piso, un adolescente en pleno desarrollo que le seducía su inte...