Tortas Fritas
Desde
el patio delantero, regando las plantas que nunca florecían en su tierra, Rosa
vio por la ventana como Walter salía por tercera vez de la piecita de la nena alineando sus
cabellos con el peine que llevaba siempre en el bolsillo delantero de la
camisa. Soltó la manguera, tiró las semillas de calabaza y tomate que tenía en
la mano, y cerró la canilla. Corrió la cortina de la pieza y vio a su hija parada frente a la cama. -Vení, Romi. Vamos a hacer torta frita- Le dijo la madre
agitando un trapo repasador.
La niña la miró sin
respirar, se colocó el corpiñito, se peinó tirándose los pelos hacia atrás y se
puso la remera con el dibujo del Circo de
Panam. Quedaron una al lado de la otra frente a la mesa de madera que se
tambaleaba, tiró un poco de harina sobre la mesa, hizo un círculo en el medio y
le agregó un pedazo de grasa marca “Cristalina”, sal y agua que tenía en el
vaso de vidrio coca cola que le había
dado doña Estela en el almacén por haber juntado las tapitas de la promoción. Atrás
una olla con grasa de cerdo chispeando sobre la cocina oxidada. Amasó unos minutos,
y giró para ver si el Ford Taunus seguía ahí estacionado entre los pastizales y
el portón atado con alambre. Con la punta de los dedos amasó un bollito, lo
fritó vuelta y vuelta, y cuando terminó espolvoreó la torta frita con azúcar.
Preparó otra más sin pensarlo, y la roseó otra vez, y no dejaba de mirar por la
ventana y mordiéndose el paladar, llevó el plato a su marido que estaba entrando al auto con el
bolso donde tenía el chaleco antibalas y
la escopeta.
-
Como te gustan a vos, papi. Con azuquítar.- Le
sonrió la mujer, él tomó los pedazos y
se comió una. Lo vio marcharse de la
casilla masticando, puso el alambre al portón y regresó en puntas de pie.
La niña estaba poniendo torta fritas en la grasa con una pinza de punta redonda, la miró
sonriendo, y aun así, Rosa se sintió infeliz: tiró el plato a la basura, se
sentó en el sillón desgastado y se quedó mirando las cortinas de las dos
piecitas que se movían por el viento. Las
chapas temblaron, movió las paredes y el aparador amarillo disparaba cucarachas
que volaban por el piso de tierra. La tele, con la esquina de la pantalla color
verde, transmitía el top show de alguna
diva decadente.
-
Me salió, mami. Quedate tranquila que limpié
todo, eh. Amasé otro bollo, cambié la grasa y le agregué sal, que le faltaba.
Ah el vaso de coca que tenía esa agua con olor raro se me rompió. Así que lo
tiré.
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